17 mayo 2011

A PROPÓSITO DE RENE FAVALORO

Rose tiene en su mesita de luz un libro sobre Favaloro, que si no me falla la memoria, se llama "Memorias de un Médico Rural". Me llamó la atención que la tapa del libro es el recetario membretado de Favaloro. Muy piola. Cerrando el círculo neuronal, hoy me llegó por mail la carta de suicidio de Favaloro, que transcribo abajo. Eso me hizo buscar un poco en internet acerca de alguien de quien se tan poco.

FAVALORO PREPARO SU SUICIDIO CON MUCHA ANTELACION. PODRIAN HACER UN EXAMEN DE ADN

Una muerte cuidadosamente planificada

Varios días antes compró los sobres y empezó a redactar las siete cartas que dejaría en sobres lacrados y con la leyenda “Reservado”. Para la Justicia no fue “un acto repentino ni producto de un estado de ánimo momentáneo”. Los herederos pidieron que se reserven tejidos para un ADN, en caso de un reclamo de filiación.

Por Eduardo Videla

René Favaloro preparó la escena con varios días de anticipación: compró los sobres y comenzó a redactar, de puño y letra, lo que sería su legado, que quedó encerrado en siete cartas de varias páginas. Su suicidio “no fue un acto repentino, ni producto de un estado de ánimo momentáneo”, dijo ayer una fuente judicial, después de cuatro días de investigación. El juez Daniel Turano comenzó a liberar algunas de las cartas que tiene bajo custodia y las entregó a los sobrinos del médico fallecido, sus herederos. Estos, a su vez, le pidieron al magistrado que tome la previsión de conservar una muestra de tejidos para un eventual análisis de ADN, en el caso de presentarse en el futuro algún reclamo de filiación. Esos tejidos ya fueron preservados.

En una de las cartas que dejó Favaloro, expresó su voluntad de que sus restos fueran cremados y las cenizas esparcidas en la localidad de Jacinto Aráuz, el pueblito de la provincia de La Pampa donde el cardiocirujano comenzó su carrera como médico rural, antes de su viaje a los Estados Unidos. Pero el deseo del médico no podrá cumplirse por ahora: el juez dispuso la entrega del cuerpo a los familiares, pero prohibió expresamente su cremación.

Los investigadores reconstruyeron los últimos días de Favaloro y llegaron a la conclusión de que el médico había realizado una “prolija” preparación de su propia muerte. El mismo fue a comprar los sobres blancos, tamaño carta, donde luego guardó los manuscritos. Los textos, escritos en papel membreteado con su propio nombre y apellido, tampoco pudieron ser escritos en un solo día. Los sobres estaban lacrados y en todos ellos tenían una leyenda: “Reservado”.

El sábado, después de las 16, Favaloro se disparó un balazo en el corazón, en el baño de su departamento, en Palermo Chico. Pero antes escribió una última nota, que dejó pegada en el espejo. Allí indicaba en qué lugares de la vivienda estaban las siete cartas y otros sobres con dinero. Según las fuentes, se trataba de una suma “varias veces mayor a los 20 mil pesos” que se mencionaron en un primer momento. El dinero estaba destinado a sus allegados y a su empleada doméstica.

“Preparó su suicidio con bastante antelación, dejó sus cosas organizadas, instrucciones, y sólo cuando todo estuvo en orden, se mató”, concluyó la fuente judicial.

Esta certeza de los investigadores no se compadece con las últimas actitudes de Favaloro: el día anterior a su muerte llegó a la Presidencia de la Nación una carta donde el cirujano le pedía a Fernando de la Rúa que interceda ante empresarios y banqueros para conseguir una donación o un préstamo de 6 millones, destinados a su Fundación. ¿Puede un hombre hacer una gestión semejante mientras prepara su propia muerte? Hasta ahora no hay respuestas.

Su sobrino, Roberto Favaloro, jefe de Trasplantes Cardiopulmonares de la Fundación, declaró el martes ante el juez y a última hora de ese día se llevó algunas de las cartas, de las que Turano sacó fotocopias. Pero antes de irse, el médico le pidió al magistrado que “tomara sus recaudos” ante la posible aparición de nuevos herederos: concretamente, que se tomara una muestra de tejidos para ser sometida a análisis de ADN en el caso de un futuro reclamo filiatorio.

Fuentes del Cuerpo Médico Forense aseguraron a Página/12 que las muestras ya fueron tomadas, por orden judicial: “Se trata de pequeñas tomas de tejido muscular, cutáneo y óseo, que se conservan en cámaras frigoríficas, a 20 grados bajo cero, durante el tiempo que disponga el juez”, explicó la fuente.

Favaloro había anunciado para fines de agosto su casamiento con su secretaria privada, la médica Diana Truden. Algunas versiones deslizaron que la mujer –42 años menor qué el– estaba embarazada. Nadie confirmó ese dato, pero los familiares más directos del médico fallecido quisieronasegurarse ante un eventual futuro reclamo. Favaloro era viudo y no había tenido hijos durante su matrimonio.

A cuatro días del suicidio, la asfixia económica aparece como el móvil de más peso que llevó a Favaloro a tomar su última decisión. La deuda de la Fundación era de 50 millones de pesos, de la cual, la mayor parte (30 millones) correspondía a un préstamo del ex Banco Nacional de Desarrollo. Ayer, el ministro de Economía, José Luis Machinea, dijo: “Nosotros le transmitimos (a Favaloro) que estábamos de acuerdo con refinanciar esa deuda”. Entonces, ¿por qué el cardiocirujano repitió el mismo reclamo al Gobierno unos días antes de su muerte en una entrevista con De la Rúa? Aunque la situación de la Fundación no era terminal –como reconocen ahora sus directivos–, no era el mejor ámbito para el centro de excelencia que pretendía Favaloro.

Las notas de la Sigen

El debate público en torno a la deuda del PAMI a la Fundación Favaloro sigue al rojo vivo. Ayer se supo que la Sindicatura General de la Nación (Sigen) había intervenido en el caso. En febrero de este año, su titular, Rafael Bielsa, envió una nota a la interventora Cecilia Felgueras –y dos más a los coordinadores de ese organismo en el PAMI– para recomendarle que diera curso a los reclamos del cardiocirujano.

Concretamente, la Sigen recomendó “aceptar la insinuación de las prestaciones efectuadas y proceder a su respectiva verificación”. También sugirió que –de no poder verificar las facturas por valor de casi dos millones de pesos presentadas por la Fundación– se inicie un proceso de “conciliación obligatoria” para determinar si efectivamente le corresponde al PAMI pagar ese reclamo.

El PAMI nunca le contestó a la Sigen, aunque sí puso en marcha la sugerencia de Bielsa. El eje de la discusión son 195 facturas de la Fundación nunca cobradas, de la era de Matilde Menéndez. De la deuda inicial (2.820.000), 887.000 fueron cobrados en efectivo en la época de Alderete (y no en bonos, como disponía un decreto presidencial, por lo cual el caso está en la Justicia). Del monto restante, 1.418.000 corresponden a las 195 facturas que la Sigen pidió que se verificaran.

En una verificación hecha en la época de Alderete, las prestaciones que corresponden a esas facturas no se pudieron comprobar. Pero tras la sugerencia de la Sigen y la reunión que Favaloro mantuvo con Felgueras el 11 de junio pasado, el PAMI aceptó rever la verificación. También aceptó el pedido del médico de que se lleve a cabo una auditoría en la Fundación y puso en marcha además el proceso de conciliación, ahora trabado porque el expediente está en la Justicia por el caso Alderete.

La carta para De la Rúa

“La carta la leyó mi secretario y me llegó después del sábado: nadie podía imaginar lo que ocurrió”: el presidente Fernando de la Rúa precisó ayer lo sucedido con la misiva que René Favaloro le había hecho llegar un día antes de suicidarse. Según el jefe de Estado, la carta “siguió el trámite normal de la correspondencia”. Uno de sus secretarios, Ricardo Ostuni, la recibió el viernes, “la leyó y después del sábado me avisó que estaba la copia”, explicó De la Rúa.

“Nadie ha pensado que lo que significa poner en marcha un proceso de recaudación de fondos pueda aparecer como urgente. Nadie puede imaginar que pueda haber ocurrido después el hecho del sábado, eso es algo completamente inesperado”, observó el Presidente, y señaló que, en su envío, Favaloro “no se queja de nada ni reclama nada del Gobierno. Pide ayuda al sector empresario para lograr donaciones” y “una gestión ante el presidente del BID en procura de un crédito”.

En cambio Ricardo Pesce, jefe de electrocardiología de la Fundación Favaloro, sostuvo ayer –en el programa de televisión “A dos voces”– que “a todos nos suena un poco a risa que el presidente de la República haya recibido la carta tarde” y que “esto es un ejemplo más de cómo se maneja todo el sistema y no sólo el de salud”. El ministro de Salud, Héctor Lombardo –en el mismo programa–, le contestó que la carta “llegó como un pedido, como les llegó a muchos empresarios de la Argentina”.

¿Por qué se busca a un culpable?

“Convertirlo en sacrificio”

Sergio Rodríguez (Psicoanalista)

“A la gente que lo idealizaba no le puede entrar en la cabeza que Favaloro se haya suicidado. Al suicidarse una persona con tanta fuerza de carácter, se pone en evidencia que cualquiera de nosotros, entonces, puede ser capaz de algo así. Una de las razones por las cuales la gente tiende a buscar un culpable por la muerte de Favaloro es para sacarse el temor de que esto algún día le puede ocurrir. Da tranquilidad cargarle al Estado toda esa culpa porque de esa manera también se desculpabiliza a la masa. Si la gente ha transformado al suicidio de Favaloro en un acto patriótico es para poder seguir idealizándolo aún en su suicidio. En las dos teorías que circulan en torno del suicidio de Favaloro, el suicidio aparece idealizado. Para una, Favaloro es el hombre que ofrendó su vida para denunciar la crisis que atraviesa el país, la otra teoría es que prefirió ofrendar su vida antes que entregar su fundación a una corporación. Ambas interpretaciones desconocen al suicidio como un acto de debilidad y lo convierten en un acto ideal, en un sacrificio que le muestra al mundo lo mal que está la Argentina.”

“Demasiado idealizado”

Roberto Urdinola (Psicólogo del Centro de Ayuda Familiar del Suicida)

“Como todo suicidio despierta un enigma, lo primero que la gente se va a preguntar es por qué sucedió. En el caso de Favaloro, a este enigma hay que sumarle el hecho de que quien toma la decisión de suicidarse es un hombre considerado ideal para la sociedad. Este es el punto clave: la gente no puede entender que un ideal sea capaz de matarse, entonces, empieza a pensar que tiene que deber haber otro culpable. La gente no puede concebir el suicidio de Favaloro, cuando lo colocó más allá de lo humano. Una persona a la cual se idealiza como a Favaloro, se la eleva por sobre lo humano y, entonces, resulta difícil poder explicar por qué alguien tan íntegro se suicidó. A quien se idealiza no se le permite una actitud tan humana. Si bien es cierto que el suicidio puede tener a veces un efecto de culpa, no necesariamente debe ocurrir esto. Un suicidio también puede despertar bronca. De hecho, ayer, una señora llamó a la radio para decir que Favaloro la había decepcionado”.

EL TESTIMONIO DE UN AMIGO PERSONAL DE FAVALORO

“Estaba muy desilusionado”

“Obras sociales y prepagos le retaceaban los pagos a Favaloro para pedirle coimas”, contó a este diario un médico que durante más de 50 años fue amigo del cardiocirujano fallecido. Según su testimonio, René Favaloro “creyó en la utopía de una Fundación que se sostuviera con donaciones de grandes empresarios, como en Estados Unidos, pero aquí no pudo ser”. Ya a fines del año pasado, “él tenía miedo de que lo embargaran, estaba muy desilusionado”.

“Lo conocí en 1948 –cuenta el cirujano Rodolfo Boragina–: él se había recibido hacía muy poco y trabajaba en la localidad de Jacinto Arauz, provincia de La Pampa, pero todos los martes a la tarde venía a los ateneos clínicos en el Instituto de Cirugía Torácica, que yo dirigía y había sido fundado por el ministro de Salud Pública Ramón Carrillo. René tenía un autito y hacía todas las semanas los 500 kilómetros desde La Pampa para debatir casos. El todavía hacía clínica y cirugía general, pero ya le interesaba la cirugía cardiovascular y ganó ampliamente el concurso para una beca en Estados Unidos; había tenido casi 10 de promedio en la Facultad de Medicina de La Plata. Entonces se fue a Cleveland y allí desarrolló las ideas que culminaron en el by pass cardíaco.

“Volvimos a vernos en los años 70, cuando él volvió de Estados Unidos y empezó a trabajar en el Sanatorio Güemes –siguió recordando el doctor Boragina, que tiene 83 años–. En los años 80 empezó a proyectar la Fundación, y a principios de los 90 pudo concretarla. Consiguió en pocos días un subsidio estatal de 8 millones de dólares. Lo que nunca tuvo fueron suficientes donaciones privadas. En Estados Unidos es común que la gente rica, los empresarios donen para fundaciones y, seguramente, Favaloro creyó que aquí podía ser lo mismo, pero no, acá la gente ‘se rasca para adentro’”.

“En los últimos tres o cuatro años, él vivía preocupado por los problemas económicos de la Fundación. Los ingresos se basaban en la atención a prepagos y obras sociales, con muy pocos pacientes privados, y había problemas de cobro: no sólo se demoraban, sino que le retaceaban los pagos para hacerse rogar y pedir retornos, coimas”, siguió recordando Boragina.

“La última vez que hablé con él fue en diciembre del año pasado –avanzó el recuerdo de Boragina hacia el desenlace–. El tenía mucho miedo de que la Fundación desapareciera por falta de fondos; se lo notaba mal. La Fundación tenía más de mil empleados, había deudas y él tenía miedo de no poder pagar los sueldos o de que llegaran a embargarlo. Un día me dijo: ‘Lo único que falta es que me pongan una faja de clausura’. El estaba cada vez más desilusionado, y yo creo que estas cosas fueron la causa fundamental de esa decisión tan dramática que tomó.”

Opinion

Por Alicia Castro (* Diputada nacional Frepaso-Alianza. Secretaria general de Aeronavegantes.)


Error de diagnóstico

El suicidio de René Favaloro impacta y duele a toda la sociedad. Buscando las posibles razones de su decisión final, en la Fundación se señaló que “se sentía decepcionado, no pudo soportar que en el país se haya instalado un sistema hipócrita y corrupto que no apoya a la educación, a la salud y a la ciencia”.

Tal vez la situación que mejor describa el estado de ánimo de los argentinos es la des-ilusión y la falta de precisión en el rumbo hacia otro modelo de país. Por eso el suicidio de Favaloro no es una tragedia personal: simboliza el fracaso colectivo.

Favaloro había tenido una reunión con el ministro de Salud, Héctor Lombardo. Su Fundación dejó de percibir subsidios estatales. Tenía que saldar una deuda de 5 millones a corto plazo. Favaloro pidió saldar lo que le debía el PAMI. El Ministerio de Salud también tenía una deuda por atención a pacientes indigentes. La respuesta fue negativa.

Lombardo expresó que esos reclamos “no parecían tener tanta urgencia”. El ministro de Salud –como médico y como funcionario– erró el diagnóstico. Se equivoca también cuando prescribe la desregulación y desmantelamiento de las obras sociales. La privatización total de la salud terminará con el último sistema solidario: en manos de las prepagas transnacionales se degradarán la salud de los argentinos, la medicina y la investigación.

Favaloro quiso para su país una sociedad mejor y un sistema de salud para todos. Apostó a un modelo solidario y perdió, en un contexto que privilegia el lucro y la especulación financiera y desalienta el trabajo, la innovación tecnológica y la producción nacional.

Su suicidio no debe ser visto como un acto de depresión, sino de protesta, han dicho sus allegados. En su reciente visita a nuestro país, el sociólogo Alain Touraine destacó que la Argentina está en una coyuntura crítica en donde es preciso tomar decisiones: o se suma a los países hundidos de Latinoamérica –los países andinos y Colombia– o sale de la transición neocapitalista con medidas innovadoras. Para ello dijo que es imprescindible apelar a la comunidad científica, llamar a los técnicos que se fueron, convocarlos para pensar y trazar otro rumbo, que retome el control social de la economía y pueda generar bienestar.

Hagámonos cargo, entonces, de que ésta es una sociedad que se suicida si no retomamos, entre todos, un proyecto de Nación.

La ciencia no merece la bandera a media asta. Espera que todos pongamos manos a la obra en la ardua tarea de reconstruir un país que merezca ser vivido.

Opinion

Por Eduardo Galeano

Una historia de Favaloro

La Fundación, institución privada, funcionaba como si fuera hospital público de alto nivel;y las cuentas no cerraban. Una noche, charlando con Favaloro, se me ocurrió preguntarle, inocente de mí, por qué no recurría a los ricos muy ricos: ellos podrían deducir de sus impuestos las contribuciones a la Fundación, como se hace normalmente en Estados Unidos o en Europa:

–Sería una buena idea –me contestó–, si en este país los ricos muy ricos pagaran impuestos.

Yo tuve la suerte de conocer a este hombre entrañable, de quien hoy estamos todos huérfanos. Supe de las dificultades, abrumadoras, que estaba enfrentando. Con mi mujer, Helena, podemos dar fe de su generosidad infinita, de su sentido religioso de la amistad, de su excepcional calidad humana.

En su homenaje, publico ahora una historia de sus tiempos de médico rural. Pensaba enviársela, se la envío ahora.

El electricista

Andaba en bicicleta, con la escalera al hombro, por los caminos de la pampa infinita. Bautista Riolfo era electricista y también todero, arreglador de todo, motores y relojes, molinos, radios, escopetas, lo que fuera; según se decía, la joroba que tenía en la espalda le había salido de tanto agacharse hurgando máquinas y maquinitas.

René Favaloro, el único médico de la comarca, también era todero. Con los pocos instrumentos que tenía y los remedios que encontraba, oficiaba de cirujano, partero, psiquiatra o especialista en lo que se necesitara componer.

Con la ayuda de todos los vecinos, cercanos y distantes, René pudo fundar una clínica comunitaria. Y, con la ayuda de Bautista, pudo instalar el primer equipo de rayos X que hubo en toda la región.

Junto con esa máquina de radiografías, René compró también, en Bahía Blanca, una máquina de música: un tocadiscos holandés, a pagar en cómodas cuotas cuandopuedarias. En aquellas soledades de la pampa, habitadas por el viento y el polvo y muy poquita gente, la música era una compañera imprescindible.

Pero el tocadiscos tenía sus mañas, y en un par de meses se negó a seguir funcionando. Y ahí vino Bautista, en su bicicleta. Sentado en el suelo, se rascó la barba, investigó, soldó unos cablecitos, ajustó tornillos y arandelas:

–A ver ahora –dijo.

Para probar el aparato, René eligió un disco, la Novena de Beethoven, y colocó la púa en su movimiento preferido.

Y se desató la música. La poderosa música invadió la casa y se echó a volar por la ventana abierta, hacia la noche, hacia el desierto; y siguió viva en el aire después de que el disco dejó de girar.

Cuando el silencio volvió, René comentó algo, o algo preguntó, pero Bautista no contestó nada.

Bautista tenía la cara escondida entre las manos. Y un largo rato pasó, hasta que por fin levantó la cara mojada. Y entonces aquel electricista consiguió decir:

–Perdone, don René. Pero yo no sabía que esa... esa electricidad existía en el mundo.


Fuente: Página 12 del 3 de Agosto del 2000

La Carta Final

"Si se lee mi carta de renuncia a la Cleveland Clinic, está claro que mi regreso a la Argentina (después de haber alcanzado un lugar destacado en la cirugía cardiovascular) se debió a mi eterno compromiso con mi patria.

Nunca perdí mis raíces. Volví para trabajar en docencia, investigación y asistencia médica. La primera etapa en el Sanatorio Güemes, demostró que inmediatamente organizamos la residencia en cardiología y cirugía cardiovascular, además de cursos de post grado a todos los niveles.

Le dimos importancia también a la investigación clínica en donde participaron la mayoría de los miembros de nuestro grupo. En lo asistencial exigimos de entrada un número de camas para los indigentes. Así, cientos de pacientes fueron operados sin cargo alguno. La mayoría de nuestros pacientes provenían de las obras sociales. El sanatorio tenía contrato con las más importantes de aquel entonces.

La relación con el sanatorio fue muy clara: los honorarios, provinieran de donde provinieran, eran de nosotros; la internación, del sanatorio (sin duda la mayor tajada).

Nosotros con los honorarios pagamos las residencias y las secretarias y nuestras entradas se distribuían entre los médicos proporcionalmente.

Nunca permití que se tocara un solo peso de los que no nos correspondía.

A pesar de que los directores aseguraban que no había "retornos", yo conocía que sí los había.

De vez en cuando, a pedido de su director, saludaba a los sindicalistas de turno, que agradecían nuestro trabajo.

Este era nuestro único contacto.

A mediados de la década del 70, comenzamos a organizar la Fundación.

Primero con la ayuda de la Sedra, creamos el departamento de investigación básica que tanta satisfacción nos ha dado y luego la construcción del Instituto de Cardiología y cirugía cardiovascular.

Cuando entró en funciones, redacté los 10 mandamientos que debían sostenerse a rajatabla, basados en el lineamiento ético que siempre me ha acompañado.

La calidad de nuestro trabajo, basado en la tecnología incorporada más la tarea de los profesionales seleccionados hizo que no nos faltara trabajo, pero debimos luchar continuamente con la corrupción imperante en la medicina (parte de la tremenda corrupción que ha contaminado a nuestro país en todos los niveles sin límites de ninguna naturaleza). Nos hemos negado sistemáticamente a quebrar los lineamientos éticos, como consecuencia, jamás dimos un solo peso de retorno.

Así, obras sociales de envergadura no mandaron ni mandan sus pacientes al Instituto.

¡Lo que tendría que narrar de las innumerables entrevistas con los sindicalistas de turno!

Manga de corruptos que viven a costa de los obreros y coimean fundamentalmente con el dinero de las obras sociales que corresponde a la atención médica.

Lo mismo ocurre con el Pami. Esto lo pueden certificar los médicos de mi país que para sobrevivir deben aceptar participar del sistema implementado a lo largo y ancho de todo el país.

Valga un solo ejemplo: el Pami tiene una vieja deuda con nosotros, (creo desde el año 94 o 95) de 1.900.000 pesos; la hubiéramos cobrado en 48 horas si hubiéramos aceptado los retornos que se nos pedían (como es lógico, no a mí directamente).

Si hubiéramos aceptado las condiciones imperantes por la corrupción del sistema (que se ha ido incrementando en estos últimos años) deberíamos tener 100 camas más. No daríamos abasto para atender toda la demanda.

El que quiera negar que todo esto es cierto que acepte que rija en la Argentina, el principio fundamental de la libre elección del médico, que terminaría con los acomodados de turno.

Lo mismo ocurre con los pacientes privados (incluyendo los de la medicina prepaga).

El médico que envía a estos pacientes por el famoso "ana-ana" sabe, espera recibir una jugosa participación del cirujano.

Hace muchísimos años debo escuchar aquello de que Favaloro no opera más!

¿De dónde proviene este infundio?

Muy simple: el paciente es estudiado. Conclusión, su cardiólogo le dice que debe ser operado. El paciente acepta y expresa sus deseos de que yo lo opere. "Pero cómo, usted no sabe que Favaloro no opera hace tiempo?". "Yo le voy a recomendar un cirujano de real valor, no se preocupe". ¡El cirujano "de real valor" además de su capacidad profesional retornará al cardiólogo mandante un 50% de los honorarios!

Varios de esos pacientes han venido a mi consulta no obstante las "indicaciones" de su cardiólogo. "¿Doctor, usted sigue operando?" y una vez más debo explicar que sí, que lo sigo haciendo con el mismo entusiasmo y responsabilidad de siempre.

Muchos de estos cardiólogos, son de prestigio nacional e internacional. Concurren a los Congresos del American College o de la American Heart y entonces sí, allí me brindan toda clase de felicitaciones y abrazos cada vez que debo exponer alguna "lecture" de significación.

Así ocurrió cuando la de Paul D. White lecture en Dallas, decenas de cardiólogos argentinos me abrazaron, algunos con lágrimas en los ojos.

Pero aquí, vuelven a insertarse en el "sistema" y el dinero es lo que más les interesa.

La corrupción ha alcanzado niveles que nunca pensé presenciar.

Instituciones de prestigio como el Instituto Cardiovascular Buenos Aires, con excelentes profesionales médicos, envían empleados bien entrenados que visitan a los médicos cardiólogos en sus consultorios. Allí les explican en detalles los mecanismos del retorno y los porcentajes que recibirán no solamente por la cirugía, los métodos de diagnóstico no invasivo (Holter, Eco, Cámara Gamma y etc., etc.) los cateterismos, las angioplastías, etc. etc., están incluidos.

No es la única institución. Médicos de la Fundación me han mostrado las hojas que les dejan con todo muy bien explicado. Llegado el caso, una vez el paciente operado, el mismo personal entrenado, visitará nuevamente al cardiólogo, explicará en detalle "la operación económica" y ¡entregará el "sobre" correspondiente!.

La situación actual de la Fundación es desesperante, millones de pesos a cobrar de tarea realizada, incluyendo pacientes de alto riesgo que no podemos rechazar.

Es fácil decir "no hay camas disponibles".

Nuestro juramento médico lo impide. Estos pacientes demandan un alto costo raramente reconocido por las obras sociales. A ello se agregan deudas por todos lados, las que corresponden a la construcción y equipamiento del ICYCC, los proveedores, la DGI, los bancos, los médicos con atrasos de varios meses. Todos nuestros proyectos tambalean y cada vez más todo se complica.

En Estados Unidos, las grandes instituciones médicas, pueden realizar su tarea asistencial, la docencia y la investigación por las donaciones que reciben. Las cinco facultades médicas más trascendentes reciben más de 100 millones de dólares cada una!

Aquí, ni soñando.

Realicé gestiones en el BID que nos ayudó en la etapa inicial y luego publicitó en varias de sus publicaciones a nuestro instituto como uno de sus logros!.

Envié cuatro cartas a Enrique Iglesias, solicitando ayuda (¡tiran tanto dinero por la borda en esta Latinoamérica!) todavía estoy esperando alguna respuesta. Maneja miles de millones de dólares, pero para una institución que ha entrenado centenares de médicos desparramados por nuestro país y toda Latinoamérica, no hay respuesta.

¿Cómo se mide el valor social de nuestra tarea docente?

Es indudable que ser honesto, en esta sociedad corrupta tiene su precio. A la corta o a la larga te lo hacen pagar.

La mayoría del tiempo me siento solo. En aquella carta de renuncia a la C. Clinic, le decía al Dr. Effen que sabía de antemano que iba a tener que luchar y le recordaba que Don Quijote era español!

Sin duda la lucha ha sido muy desigual.

El proyecto de la Fundación tambalea y empieza a resquebrajarse.

Hemos tenido varias reuniones, mis colaboradores más cercanos, algunos de ellos compañeros de lucha desde nuestro recordado Colegio Nacional de La Plata, me aconsejan que para salvar a la Fundación debemos incorporarnos al "sistema".

Sí al retorno, sí al "ana-ana".

"Pondremos gente a organizar todo". Hay "especialistas" que saben como hacerlo. "Debés dar un paso al costado. Aclararemos que vos no sabés nada, que no estás enterado". "Debés comprenderlo si querés salvar a la Fundación".

¡Quién va a creer que yo no estoy enterado!

En este momento y a esta edad terminar con los principios éticos que recibí de mis padres, mis maestros y profesores me resulta extremadamente difícil.

No puedo cambiar, prefiero desaparecer.

Joaquín V. González, escribió la lección de optimismo que se nos entregaba al recibirnos: "A mí no me ha derrotado nadie".

Yo no puedo decir lo mismo.

A mí me ha derrotado esta sociedad corrupta que todo lo controla. Estoy cansado de recibir homenajes y elogios al nivel internacional. Hace pocos días fui incluido en el grupo selecto de las "leyendas del milenio" en cirugía cardiovascular. El año pasado debí participar en varios países, desde Suecia a la India, escuchando siempre lo mismo. "¡La leyenda, la leyenda!"

Quizá el pecado capital que he cometido, aquí en mi país, fue expresar siempre en voz alta mis sentimientos, mis críticas, insisto, en esta sociedad del privilegio, donde unos pocos gozan hasta el hartazgo, mientras la mayoría vive en la miseria y la desesperación.

Todo esto no se perdona, por el contrario se castiga.

Me consuela el haber atendido a mis pacientes sin distinción de ninguna naturaleza.

Mis colaboradores saben de mi inclinación por los pobres, que viene de mis lejanos años en Jacinto Arauz.

Estoy cansado de luchar y luchar, galopando contra el viento como decía Don Ata.

No puedo cambiar. No ha sido una decisión fácil pero sí meditada. No se hable de debilidad o valentía.

El cirujano vive con la muerte, es su compañera inseparable, con ella me voy de la mano.

Sólo espero no se haga de este acto una comedia. Al periodismo le pido que tenga un poco de piedad.

Estoy tranquilo. Alguna vez en un acto académico en USA se me presentó como a un hombre bueno que sigue siendo un médico rural.

Perdónenme, pero creo, es cierto.

Espero que me recuerden así.

En estos días he mandado cartas desesperadas a entidades nacionales, provinciales, empresarios, sin recibir respuesta.

En la Fundación ha comenzado a actuar un comité de crisis con asesoramiento externo. Ayer empezaron a producirse las primeras cesantías. Algunos, pocos, han sido colaboradores fieles y dedicados.

El lunes no podría dar la cara.

A mi familia, en particular a mis queridos sobrinos, a mis colaboradores, a mis amigos, recuerden que llegué a los 77 años.

No aflojen, tienen la obligación de seguir luchando por lo menos hasta alcanzar la misma edad, que no es poco.

Una vez más reitero la obligación de cremarme inmediatamente sin perder tiempo y tirar mis cenizas en los montes cercanos a Jacinto Arauz, allá en La Pampa.

Queda terminantemente prohibido realizar ceremonias religiosas o civiles.

Un abrazo a todos,

René Favaloro, Julio 29-2000 -14,30 horas.

(Una de las tantas) Fuentes.

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