13 marzo 2007

TCHAU (Llegó la hora de rajar (y bastante se hizo esperar))

Los niveles sobrehumanos de presión bajo los que me vi carneadoestos últimos días, requirieron de artillería pesada para mantener mi ansiedad en niveles aceptables... o mejor dicho, manejables. Porque aceptables no lo son nunca. Elongar mi cuerpo en ángulos que a la vista parecen dolorosos bajo el peso de los aparatos de gimnasia del hotel (mientras marcaba el tempo con gemiditos de atleta consumado que tiene un tatuaje en el pecho que dice "No Pain No Gain") fue uno de esos recursos. ¿Porqué dejar que sea la presiòn quièn despedace mi cuerpo si una mancuerna de 38kg es más rápida y efectiva? El otro recurso fue remojarme en la pileta del hotel, de noche, cuándo estaba vacía. Estar inmerso en una perfecta forma geométrica llena de fluído turquesa tratando de convencerme de que no existe nada más allá de sus bordes fue uno de mis approachs. Mientras fallaba en esta fácil tarea, me eché un meo en este oasis para ejecutivos en el centro de la decadencia y prostitución de Copacabana. Júzguenme todo lo que quieran. Pero esta maldad no fue gratuita. Despuès de U$S7600 de estadía, cargas de lavandería de R$100, y barras Snickers de R$8, le menos que me merezco es tener el desayuno incluído. Que fue lo que me habían dicho cuándo hice el check in. Los reverendes hijos de mil.... decidieron empezar a facturarme el desayuno a razón de $75 por día. Por todo esto, y cansado de pelearme con el concierge de turno y no obtener nada, es que hoy, este agua paradisíaca está un poco menos turquesa y más color jugo Cepita de manzana. PS: La justicia poética no existe: no tragué agua ni una vez.

1 comentario:

Diego Briano dijo...

Jajajaja era hora de leer algo desagradable en este blog. Aplausos.